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martes, 8 de noviembre de 2011

LA VIE EN ROSE ( LA VIDA EN ROSA)

Ojos que hacen bajar los nuestros
Una risa que se pierde sobre su boca
He aquí el retrato sin retoque
Del hombre a quien pertenezco

Cuando me toma en sus brazos,
Me habla bajito
Veo la vida en rosa,
Me dice palabras de amor
Palabras diarias,
Y eso me produce algo especial
Entró en mi corazón,
Una parte de felicidad
Que conozco la causa,
Es él para mi,
yo para él para toda la vida
Me lo dijo, lo juró
Por la vida.
Y en cuanto lo perciba
Entonces siento en mi
Mi corazón que late.

Noches de amor eternas
Una gran felicidad que se sienta su
Problemas, penas se borran
Feliz, feliz a morir

Cuando me toma en sus brazos,
Me habla bajito
Veo la vida en rosa,
Me dice palabras de amor
Palabras diarias,
Y eso me produce algo especial
Entró en mi corazón,
Una parte de felicidad
Que conozco la causa,
Es él para mi,
yo para él para toda la vida
Me lo dijo, lo juró
Para la vida.
Y en cuanto lo perciba
Entonces siento en mi
Mi corazón que late.

Música de fondo

Música de fondo


Hay penas que terminan
avergonzándonos:

zonza, desprestigiada, monocorde
como el zumbido
del moscardón contra el cristal o como
una vieja tía que se instala en casa
y teje y teje mascullando,
así

esa pena que no se fue nunca
y que mancha de tizne las mañanas.

En el cine, en la ducha, en el mercado,
en medio de la tarde o de la noche
dice la pena idénticas palabras
sin aspavientos
sin coloraturas,
sorda,
monotemática,
invencible.

De vez en cuando, sin embargo, el fiero
alacrán escondido se despierta,

salta
sobre mi corazón.
Su mordedura
vuelve a hacerlo sangrar.
Por el dolor
deduzco que no he muerto

Algo hermoso termina

Algo hermoso termina

Todos los días del mundo
algo hermoso termina.
Jaroslav Seifert

Duélete:
como a una vieja estrella fatigada
te ha dejado la luz. Y la criatura
que iluminabas
(y que iluminaba
tus ojos ciegos a las nimias cosas
del mundo)

ha vuelto a ser mortal.
Todo recobra
su densidad, su peso, su volumen,
ese pobre equilibrio que sostiene
tu nuevo invierno. Alégrate.
Tus vísceras ahora son otra vez tus vísceras
y no crudo alimento de zozobras.
Ya no eres ese dios ebrio e incierto
que te fue dado ser. Muerde
el hueso que te dan,
llega a su médula,
recoge las migajas que deja la memoria.

ELEGÍA A UN CICLISTA de JOSÉ MARÍA MEMET

Viéronle correr por estas calles,
escapado, en punta.
La neblina cubría los cerros,
la vida, su mirada
y en su mirada la ciudad quedaba atrás,
tal vez hasta Dios quedaba atrás.

Las nubes, los árboles fijos al espacio
- al subir esa montaña que es la idea -
lo ven pasar en embalaje,
lo ven doblar, perderse,
la recta lo devuelve hasta la hoja
en que yo escribo.

Viéronle correr a la distancia,
a la distancia el pelotón y la rodada.
Al entrar al cementerio
el escapado pedalea más aprisa.
Las tumbas y los nichos se abren todos
y los muertos ven pasar esta carrera;
por los lados se abren fosas y más fosas,
- nadie entiende -
cientos, miles de ojos ya al vacío
van a tierra...

...la quietud se logra al avanzar
todos los trechos,
si el hombre es el momento
la libertad se justifica.

Ya no logra detenerse. Sigue y sigue,
los pedales van al rojo.
Se alzan cruces por doquier
aunque van a campo abierto,
eso indica que la muerte se propaga
emparejada a este poema,
al cual -ya amenazado, casi censurándose-
no le queda sino huir
a un lenguaje más confuso.

Se avista la llegada. Se oyen vivas
y banderas que se alzan.
Apresúranse los rezagados,
los que siempre creyeron
- incluso en los momentos de más sangre -
que el camino es táctica y amor.

Las llantas van humeando
pero la fricción no puede ya dañar
estas palabras.
Ya no existe el escapado,
todos van allá en la punta,
el lenguaje es el recurso con que corro
en esta vía;
la meta es inminente,
la victoria será nuestra.

(del libro: Cualquiera de Nosotros, 1980)

LA MISIÓN DE UN HOMBRE

LA MISIÓN DE UN HOMBRE
de JOSÉ MARÍA MEMET (Neuquén, Argentina, 1957): Nacionalizado chileno en 1970, José María Memet es uno de los poetas más representativos de la promoción de escritores que se forjaron durante el período más duro de la tiranía pinochetista

Un hombre es un hombre
en cualquier parte del universo
si todavía respira.

No importa que le hayan
quitado las piernas
para que no camine.

No importa que le hayan
quitado los brazos
para que no trabaje.

No importa que le hayan
quitado el corazón
para que no cante.

Nada de eso importa,
por cuanto,

un hombre es un hombre
en cualquier parte del universo
si todavía respira

y si todavía respira
debe inventar unas piernas,
unos brazos, un corazón,
para luchar por el mundo.

(del libro: Bajo Amenaza, 1979)

El fuego nuevo de Efraín Barquero

Efraín Barquero
El fuego nuevo

VE a buscar el fuego nuevo en las tinieblas.

Y con el pedernal que fue mío golpea su puerta

pidiéndole abrigo, diciéndole mi nombre.

Porque el fuego recuerda al último

que lo alumbró con su boca

arrodillándose como ante un animal herido

soplándole la cara de pan enterrado.

Y que nadie te vea porque el hombre está

desnudo cuando pide o da algo de sí mismo,

algo que no se vuelve a dar sino después de la muerte

y con el rostro vuelto, y con la mano sin dedos.

Que no te vea nadie cuando apagas el fuego viejo

y prendes el fuego nuevo.

Y te acompaña la primera o la última palabra dicha

antes de irte de todas partes.

Y te acompaña tu propia oscuridad

y el frío del amanecer con que se mira el mundo

cuando todos duermen hace mucho tiempo.

Cuando tú también estás muerto

y buscas dentro de ti la vieja llave de la casa.

Buscas los utensilios que han cambiado de sitio.

Buscas lo que no se puede hallar dos veces.

Y te acuerdas de todo lo que hacías,

del soplido de tu boca en el gran soplo.

Del nombre del fuego apagado

que es el mismo del fuego encendido.

COGIÓ un puñado de fuego apagado

y al hacerlo escuchó levantarse el viento

-el que pule las piedras hasta darles suavidad

de algunos rostros y del cuerpo de las madres.

Y al hacerlo escuchó el llamado misterioso

igual que cuando bruñen con cenizas el fuego viejo

-el corazón de cristal en el fondo de las copas

o en la luna vacía de todos los espejos.

Siempre se estremeció al oír ese sonido

como si alguien debiera aparecer de inmediato.

Era una señal, una orden

-la del sacrificador, de la víctima

-la del encantador, de la serpiente

-la de los amantes silenciosos.

Y él la escuchó de nuevo al frotar entre los dedos

esos granos ásperos y suaves de ceniza, de hollín,

parecidos a las semillas de un día muerto para siempre

que los hombres llevan en los bolsillos de la ropa

y pierden sin poder recordar quién se las dio.

Porque no hay nadie que pase ante un fuego extinguido

sin repetir ese rito de los viejos orígenes

-de detenerse ahí

-de arrode arrodillarse ahí.

Como ese hombre inmóvil en la penumbra

en trance de escuchar el viento entre los árboles

o de soplar la piedra donde el fuego surgió.

HERMOSO como el tigre es el misterio de ser hombre

y mirando el fuego con los ojos que me dio

cuando lo talle en la piedra que tengo preso

en el instante de saltar sobre otro animal.

Y el tigre vuelve a ser como el primero que vi,

ausente a toda mirada , inencontrable en sí mismo.

Como esta máscara tallada por el fuego en los muros

donde arden sus ojos al fondo de la noche.

Y yo temo mirarlos porque oscurecen los míos

con un velo tan fino, con una lejanía tan grande,

y nunca hubiera llovido, y no existiera ningún árbol,

y nadie apareciera en la faz oscura de la luna.

Porque ha vuelto a ser como la luna redonda

que hace manar el agua y abrirse el sexo de las piedras.

Un tigre cazado por un hombre. Y un hombre

meditando el misterio de estar vivo.

martes, 11 de octubre de 2011

LOS DONES DEL ESPIRITU SANTO (REFLEXIONES DE JUAN PABLO II)

SABIDURIA: Gusto para lo espiritual,capacidad de juzgar segun la medida de Dios. La sabiduria
"es la luz que se recibe de lo alto", es una participacion especial en ese conocimiento nuevo, un conocimiento impregnado por la caridad, gracias al cual el alma adquiere familiaridad, por asi decirlo,con las cosas divinas y prueba gusto en ellas. "Un cieto sabor de Dios"(Sto Tomas), por lo que el verdadero sabio no es simplemente el que sabe las cosas de Dios, "sino el que las experimenta ylas vive".
Ademas, el conocimiento sapiencial nos da una capacidad para juzgar las cosas humanas segun la medida de Dios, a la luz de Dios. Iluminado por este don, el cristiano sabe ver interiormente las realidades del mundo: nadie mejor que el es capaz de apreciar los valores autenticos de la creacionm mirandolos con los mismos ojos de Dios.

CIENCIA: Nos da a conocer el verdadero valor de las criaturas en su relacion con el Creador.
Sabemos que el hombre contemporaneo, precisamente en virtud del desarrollo de las ciencias, esta expuesto a la tentacion de dar una interpretacion naturalista del mundo; ante la multiforme riqueza de las cosas, corre el riesgo de absolutizarlas y casui de divinizarlas hasta hacer de ellas el fin supremo de su misma vida. Esto ocurre cuando se trata de las riquezas, del placer, del poder que precisamente se pueden derivar de las cosas materiales. Estos son los idolos principales, ante los que el mundo se postra demasiado a menudo.
Para resistir esa tentacion sutil de Espiritu Santo socorre al hombre conel don de la ciencia . Es esta la que le ayuda a valorar rectamente las cosas en su dependencia esencial del Creador.

CONSEJO: Ilumina la conciencia en las opciones que la vida diaria le impone, sugiriendole lo que es licito, lo que corresponde, lo que conviene mas al alma.
Este don, se da para iluminar la conciencia en las opciones que la vida diaria le impone. Una necesidad que se siente mucho en nuestro tiempo,turbado por no pocos motivos de crisis y por una incertidumbre difundida acerca de los verdaderos valores, es la que se denomina "reconstruccion de las conciencias". Es decir, se advierte la necesidad de neutralizar algunos factores destructivos que facilmente se insinuan en el espiritu humano, cuando esta agitado por las pasiones, y la de introducir en ellas elementos sanos y positivos.
El don de consejo actua como un soplo nuevo en la conciencia, sugiriendole lo que es licito, lo que corresponde, lo que conviene mas al alma. La conciencia se convierte entonces en el "ojo sano" del que habla el Evangelio (Mt 6,22),y adquiere una especie de nueva pupila, gracias a la cual le es posible ver mejor que hay que hacer en una determinada circunstancia, aunque sea la mas intricada y dificil.

PIEDAD: Mediante este don , el Espiritu sana nuestro corazon de todo tipo de dureza y lo abre a la ternura para con Dios y para con los hermanos. La ternura, como actitud sinceramente filial para con Dios, se expresa en la oracion.
La experiencia dela propia pobreza existencial, del vacio que las cosas terrenas dejan en el alma, suscita en el hombre la necesidad de recurrrir a Dios para obtener gracia ayuda y perdon. El don de la piedad orienta y alimenta dicha exigencia, enriqueciendola con sentimienttos de profunda confianza para con Diosm experimentando como Padre providente y bueno.
La ternura,como apertura autenticamente fraterna hacia el projimo, se manifiesta en la mansedumbre. Con el don de la piedad el Espiritu infunde en el creyente una nueva capacidad de amor hacia los hermanos, haciendo su Corazon de alguna manera participe de la misma mansedumbre del Corazon de Cristo. El cristiano "piadoso" siempre sabe ver en los demas a hijos del mismo Padre, llamados a formar parte de la familia de Dios, que es la Iglesia. Por esto el se siente impulsado a tratarlos con la solicitud y la amabilidad propias de una genuina relacion fraterna.

TEMOR DE DIOS: Espiritu contrito ante Dios, concientes de las culpas y del castigo divino, pero dentro de la fe en la misericordia divian.Temor a ofender a Dios, humildemente reconociendo nuestra debilidad. Sobre todo: temor filial, que es el amor de Dios: el alma se preocupa de no disgustar a Dios, amado como Padre, de no ofenderlo en nada, de "permanecer" y de crecer en la caridad (cfr Jn 15,4-7).
Pero de que temor se trata? No ciertamente de ese "miedo de Dios" que impulsa a evitar pensar o acordarse de EL, como de algo que turba e inquieta. Pero este concepto del temor-miedo no es el verdadero concepto del temor-don del Espiritu. Aqui se trata de algo mucho mas noble y sublime. El creyente se presenta y se pone ante Dios con el "espiritu contrito" y con el "corazon humillado", sabiendo bien que debe atender a la propia salvacion "con temor y temblor" . Sin embargo, esto no significa miedo irracional, sino sentido de responsabilidad y de fidelidad a su ley.

ENTENDIMIENTO (INTELIGENCIA): Es una gracia del Espiritu Santo para comprender la Palabra de Dios y profundizar las verdades reveladas. La fe es adhesion a Dios en el calaroscuro del misterio; sin embargo es tambien busqueda con el deseo de conocer mas y mejor la verdad revelada. Ahora bien, este impulso interior nos viene del Espiritu, que juntamente con ella concede precisamente este don especial de inteligencia y casi de intuicion de la verdad divina.
La palabra "inteligencia" significa "leer dentro". Mediante este don, el Espiritu Santo,que "escruta las profundidades de Dios " (1 Cor 2,10),comunica al creyente una chispa de capacidad penetrante que le abre el corazon a la gozosa percepcion del designio amoroso de Dios. Se renueva entonces la experiencia de los discipulos de Emaus, los cuales, tras haber reconociddo al Resucitado en al fraccion del pan, se decian uno a otro: "No ardia nuestro corazon mientras hablaba con nosotros en el camino, explicandonos las Escrituras?".
Esta inteligencia sobrenatural se da no solo a cada uno, sino tambien a la comunidad:a los Pastores que, como sucesores de los Apostoles,son herederos de la promesa especifica que Cristo les hizo y a los fieles que, gracias a la "uncion" del Espiritu poseen un especial "sentido de la fe" (sensus fidei) que les guia en las opciones concretas.

FORTALEZA: Fuerza sobrenatural que sostiene la virtud moral de la fortaleza. Para obrar valerosamente lo que Dios quiere de nosotros y sobrellevar las contrariedades de la vida.Para resistir las instigaciones de las pasiones internas y las presiones del ambiente. Supera la timidez y la agresividad.
En nuestro tiempo muchos ensalzan la fuerza fisica,llegando incluso a aprobar las manifestaciones extremas de la violencia. En realidad, el hombre cada dia experimenta la propia debilidad,especialmente en el campo espiritual y moral, cediendo a los impulsos e las pasiones internas y a las presiones que sobre el ejerce el ambiente circundante.
Precisamente para resistir a estas multiples instigaciones es necesario la virtud de la fortaleza, que es una de las cuatro virtudes cardinales sobre las que se apoya todo el edificio de la vida moral: la fortaleza es la virtud de quien no se aviene a companendas en el cumplimiento del propio deber.
Esta virtud encuentra poco espacio en una sociedad en la que esta difundida la practica tanto del ceder y del acomodarse como la del atropello y la dureza en las relaciones economicas, sociales y politicas. La ti8midez y la agresiv idad son dos formas de falta de fortaleza que, a menudo se encuentran en el comportamiento humano, con la consiguiente repeticion del entristecedor espectaculo de quien es debil y vil con los poderosos, petulante y prepotente con los indefensos. El don de la fortaleza es un impulso sobrenatural, que da vigor al alma, no solo en momentos dramaticos, si no tambien en las habituales condiciones de dificultad: en la lucha por permanecer coherentes con los propios principios; en el soportar ofensas y ataques injustos; en la perseverancia valiente, incluso entre incomprensiones y hostilidades, en el camino de la verdad y de la honradez.

sábado, 1 de octubre de 2011

EMPATIA

Empatía
El valor de la empatía nos ayuda a recuperar el interés por las personas que nos rodean y a consolidar la relación que con cada una de ellas tenemos.
Cada vez que nos acercamos a las personas esperamos atención y comprensión, dando por hecho que seremos tratados con delicadeza y respeto. Pero, ¿cuántas veces procuramos tratar a los demás de la misma forma?

Debemos reconocer que en medio de nuestras prisas y preocupaciones nos volvemos egoístas y olvidamos que los demás también tienen algo importante que comunicarnos. El valor de la empatía nos ayuda a recuperar el interés por las personas que nos rodean y a consolidar la relación que con cada una de ellas tenemos.

La empatía es el esfuerzo que realizamos para reconocer y comprender los sentimientos y actitudes de las personas, así como las circunstancias que los afectan en un momento determinado.

Es muy común escuchar que la empatía es la tendencia o actitud que tenemos para ponernos en el lugar de los demás e identificarnos plenamente con sus sentimientos. Sin embargo, esto tiene el riesgo de dejar a la empatía en un nivel meramente emocional: "si siento lo mismo que el otro, entonces hay verdadera empatía".

La realidad es que la empatía no es el producto del buen humor con que despertamos, como tampoco del afecto que nos une a las personas. Si esta combinación fuera común, siempre estaríamos disponibles para escuchar a los demás y dejaríamos momentáneamente nuestras ocupaciones, pensamientos y preocupaciones para atender a quienes nos rodean.

Desgraciadamente las circunstancias pocas veces son tan favorables, por eso la empatía es un valor que se vive habitualmente, totalmente independiente de nuestro estado de ánimo y disposición interior.

La empatía se facilita en la medida que conocemos a las personas, la relación frecuente nos facilita descubrir los motivos de enojo, alegría o desánimo de nuestros allegados y su consecuente modo de actuar. Esto se manifiesta claramente entre padres e hijos, en las parejas y con los amigos donde la relación es muy estrecha, quienes parecen haber adquirido el "poder de adivinar" que sucede antes de haber escuchado una palabra, teniendo siempre a la mano la respuesta y el consejo adecuados para la ocasión.

Aún así, este valor debe superar ciertos obstáculos: el cansancio, el mal humor, el dolor de cabeza y las preocupaciones propias del trabajo y el estudio. En casa se nota cuando los padres prestan poca atención a los "pequeños" problemas o alegrías de sus hijos, con su actitud -y muchas veces sin querer- procuran evadir esa molestia e inoportunidad para encerrarse en sí mismos; en la pareja cuando alguno da monosílabos, gestos o sonidos guturales como respuesta; cuando tenemos tantos problemas, y lo que menos deseamos es escuchar lo bien o lo mal que les sucede a los demás.

El problema es dejarnos llevar por nuestro estado de ánimo y obstinarnos en permanecer en nuestro mundo, damos a todo lo que ocupa nuestra mente la máxima importancia, comportándonos indiferentes y poco amables; queremos ser entendidos sin antes intentar comprender a los demás. Por tanto, la empatía implica generosidad y genuina comprensión: para olvidarnos de nosotros mismos y hacer el esfuerzo por considerar los asuntos y sentimientos que los demás quieren participarnos.

Este esfuerzo es mayor cuando ante nosotros está el empleado, el alumno, el vecino, la empleada doméstica o el vecino, pues sin darnos cuenta, podemos limitar nuestra atención e interés, o peor aún, menospreciarlos por considerarlos en una posición inferior. Debemos ser enérgicos y afirmar que la empatía como valor -y al igual que todos los valores- no hace diferencias entre personas, es una actitud propia de la personalidad, siempre abierta y dispuesta a las necesidades de los demás.

La empatía nos da un sin fin de posibilidades, primero hacia nuestros semejantes, quienes buscan con quien compartir y confiar sus problemas, alegrías, triunfos y fracasos, ser escuchados y comprendidos. De esta forma tenemos la inmejorable oportunidad de procurar el bienestar, desarrollo y perfeccionamiento de las personas, lo cual manifiesta el profundo respeto que les debemos.

Para nosotros, la empatía nos permite conocer y comprender mejor a las personas, a través del trato cotidiano, estamos en condiciones de mejorar en familia, obteniendo una mayor colaboración y entendimiento entre todos; con la pareja la relación es cada vez más estable y alegre; con los amigos garantiza una amistad duradera; con los conocidos abre la posibilidad a nuevas amistades; en la empresa ayuda a conseguir una mayor productividad al interesarnos por los empleados y compañeros; en la escuela se obtiene un mejor rendimiento por la relación que se tiene con los alumnos y entre ellos mismos.

El valor de la empatía desarrolla en nosotros la capacidad de motivar y encauzar positivamente a las personas; enseñar a tener ese interés por los demás y vivirlo habitualmente, es la mejor forma de transmitir empatía e identificarnos plenamente con los demás, cambiando radicalmente el entorno social en el que vivimos.

Vivir el valor de la empatía es algo sencillo si nos detenemos a pensar un poco en los demás y en consecuencia, aprenderemos a actuar favorablemente en todas las circunstancias. Por eso, debemos estar pendientes y cuidar los pequeños detalles que reafirmarán este valor en nuestra persona:

- Procura sonreír siempre, esto genera un ambiente de confianza y cordialidad. La serenidad que se manifiesta desarma hasta el más exaltado.

- Primeramente considera como importantes los asuntos de los demás y después los propios. Después de haber escuchado, la persona que se ha acercado a ti seguramente tendrá la capacidad de entender tu situación y estado de ánimo, por lo cual estará dispuesta ayudarte.

- No hagas un juicio prematuro de las personas porque te hace cambiar tu disposición interior (no pienses: "ya llego este molesto", "otra vez con lo mismo", "no me deja en paz", "otra interrupción") Si alguien se acerca a ti, es porque necesita con quien hablar... No los defraudes.

- Si no tienes tiempo o es un mal momento, exprésalo con cortesía y delicadeza -que también es empatía- y las personas se sentirán igualmente atendidas. Importante: no dejes pasar mucho tiempo para charlar con la persona.

- Evita demostrar prisa, aburrimiento, cansancio, dar respuestas tajantes u distraerte en otras cosas; además de ser una falta de respeto, logras autodominio y demuestras interés por las personas. Aprende a escuchar.

- No olvides infundir ánimo con palabras, una palmada en el hombro o un gesto amable, sobre todo si la persona tiene problemas.

Podemos concluir que la empatía es un valor indispensable en todos los aspectos de nuestra vida, sin él, sería muy difícil enriquecer las relaciones interpersonales; quien se preocupa por vivir este valor, cultiva simultáneamente entre otros: confianza, amistad, comprensión, generosidad, respeto y comunicación.

El ritmo de vida actual nos brinda pocas oportunidades de servir a los demás, de conocerlos y de tratarlos como es debido, la empatía se convierte en esa pieza fundamental que nos enriquece y nos identifica mejor como seres humanos.

VALENTIA

Valentía
Personas ordinarias haciendo cosas extraordinarias: El valor que forja familias, empresas y naciones diferentes.
La valentía es un valor universal que nos enseña a defender aquello que vale la pena, a dominar nuestros miedos y a sobreponernos en la adversidad. Sin la valentía, en los momentos difíciles nuestras vidas podrían irse a la deriva, sin embargo la fortaleza interior conducida por una conciencia recta, pueden llevarnos más lejos de lo que podríamos imaginar.

Ser valiente no es sencillo. En ocasiones, la valentía significa afrontar las consecuencias de nuestros actos, los productos de nuestros errores. El niño que admite ante sus padres que fue él quien rompió la ventana del vecino, el empleado que reconoce el no haber hecho su trabajo como era debido, el padre de familia que acepta ante sus hijos que debería haber pasado más tiempo con ellos son ejemplos que, por desgracia, a veces no son tan comunes: son ejemplos de personas que han tenido la fuerza de aceptar su error y de afrontar sus consecuencias.

La vida misma no es sencilla y puede ser, en ocasiones, sorprendentemente dura: La muerte de un ser querido, una enfermedad, la ruina de un negocio son ejemplos de momentos tremendamente difíciles. La valentía es la diferencia entre hundirse o seguir nadando.

Por otra parte, la valentía también tiene que ver directamente con defender lo que sabemos que es correcto. La conciencia con frecuencia nos indica que se está cometiendo una injusticia, o que se está violentando algún derecho. En esos momentos, es necesaria una posición concreta para actuar como es debido y para defender lo que está bien.

La valentía nos hace personas ordinarias que pueden obtener resultados extraordinarios. Una persona que defiende al débil, que admite sus errores, que afronta las consecuencias de sus actos, que no calla cuando sabe que algo está mal, puede estar asumiendo riesgos, pero también está creando una diferencia real en su vida y en el mundo que le rodea.

Los seres humanos solemos dejarnos llevar por la comodidad y, desgraciadamente, por los miedos. Con gran frecuencia generamos nuestros propios fantasmas y temores inexistentes; nos planteamos consecuencias que aún no existen pero que vemos como algo muy real. ¡Qué triste es el papel de un muchacho que no se atreve a decirle a una chica cuánto le gusta por miedo a que ella le rechace! No es raro que nuestra imaginación nos traicione planteándonos escenarios y panoramas desoladores, y nos inmovilizamos simplemente porque creemos que algo puede salir mal.

La valentía es afrontar riesgos, vencer miedos. A veces las consecuencias de algo pueden ser duras. En ocasiones nuestra valentía no cambia el mundo. El niño que admite haber roto la ventana del vecino puede ser de cualquier forma castigado, quizá el padre que confiesa no haber pasado suficiente tiempo con sus hijos no puede cambiar el alejamiento con su familia, también a veces el muchacho que le abre su corazón a la chica que le gusta es rechazado. La valentía no asegura el éxito inmediato, eso es cierto. Sin embargo hay una gran diferencia entre ser un cobarde y ser un valiente: la posibilidad de lograr algo. La diferencia es Esperanza. Quien es cobarde tiene un futuro cierto: la mediocridad. Quien es valiente tiene un futuro inmediato incierto, pero siempre encontrará al final del camino la corona de la victoria.

El niño que rompió la ventana podrá ser castigado, pero a la larga sus padres le tendrán confianza. El padre que no pudo cambiar el alejamiento con sus hijos a la larga ganará el respeto que se merece por haber hecho lo correcto. El muchacho que fue rechazado tal vez un día encuentre a una chica que le valore más y que le quiera sinceramente. Una cosa es un hecho: si ninguno de estos tres casos 4contaran con el valor de la valentía, el niño que rompe ventanas y esconde la mano será siempre indigno de confianza, el padre que no admite sus errores será visto siempre como un egoísta y un cobarde, el chico que no se atreve a decir sus sentimientos se quedará solo.

La valentía ha forjado patrias, empresas, comunidades, familias. La cobardía nunca ha hecho algo que valga la pena. La valentía a veces falla en lo inmediato, pero siempre a la larga genera un resultado positivo.

La valentía es un valor que se vive día a día, en las pequeñas cosas. No es necesario esperar grandes afrentas, tremendos errores o increíbles batallas. La cobardía diaria sumerge a las personas, a las familias, a las sociedades y a las naciones en un pantano cómodo, suave, pero que acaba ahogándoles. La valentía en las cosas pequeñas va construyendo una obra sólida que tal vez en el momento inmediato no sea tan grande o tan bella, pero que tarde o temprano se convertirá en un magnífico edificio. La valentía construye personas dignas de respeto y de confianza, familias unidas, sociedades pujantes y naciones sólidas.

PERSEVERANCIA

Perseverancia
Es tiempo de que los buenos propósitos se vuelvan realidad.
Normalmente a principios de año comenzamos nuestra lista de "buenos propósitos". El final de un ciclo nos impulsa reflexionar sobre nuestras virtudes y defectos, hasta el punto de tomar una resolución firme y realizar cambios. Todos sabemos cuán efímeros son esos propósitos, y que no pasarán ni siquiera un par de semanas antes de que se olviden. Sin embargo, esto no solo ocurre en año nuevo, puede ocurrirnos en nuestras vidas en muchos aspectos.

La perseverancia es hermana de la fortaleza. Con frecuencia en muchos aspectos de la vida, existe una verdadera lucha. Desde la escuela, el "aguantar" a un jefe lleno de defectos, tener una novia o un novio que hace cosas que nos desagradan, tener un marido o una esposa que a veces nos rompe los nervios y muchos otros momentos de la vida son difíciles. Desde pequeñas crisis hasta grandes huracanes, la vida nos depara un hecho innegable: la vida es hermosa, pero no necesariamente sencilla.

Si somos como un barquito de papel, la menor llovizna nos hunde irremediablemente. Hace falta la fortaleza.

La perseverancia es un esfuerzo continuado. Es un valor fundamental en la vida para obtener un resultado concreto. Existen muchos matices al vivir la perseverancia: existen aquellos que son necios irremediables, y otros que son veletas que cambian de rumbo. Estos últimos, tienen grandes problemas.

Siempre es emocionante iniciar algo: existe una gran ilusión, sueños y esperanzas. Ese "algo" puede ser un nuevo trabajo, vivir en una nueva ciudad, conocer a una persona que potencialmente puede ser nuestra pareja, un nuevo proyecto de trabajo. Sin embargo, fácilmente comenzarán a existir resistencia y problemas. En el nuevo trabajo, comenzaremos a conocer gente que no nos agrada, o las exigencias podrán ser agotadoras, al vivir en una nueva ciudad tal vez la gente no nos acepte fácilmente por nuestro acento o nuestra costumbres, tras el "enamoramiento" inicial, comenzamos a descubrir que esa persona ideal no lo es tanto y que en su personalidad hay aspectos que pueden rayar en lo insoportable. Si una persona abandona un trabajo porque su jefe no le agrada, tras cambiarse de ciudad decide regresar a su lugar de origen porque el hicieron el feo por su acento, si abandonamos a la pareja porque "no es perfecta", entonces estamos ante la falta de perseverancia, y en el fondo siempre existe un sentimiento en el corazón: el de haber sido derrotado, vencido y el no haber luchado por algo que valía la pena.

El combustible para que la perseverancia pueda moverse largamente es el de la visión de largo plazo y la profundidad. Los seres humanos somos hedonistas, es decir, preferimos el bien inmediato. Una persona puede utilizar una droga porque en el momento de administrársela a su cuerpo percibe sensaciones que le gustan, pero no le importa que su cuerpo se dañe en el largo plazo. Esa miopía provoca que hagamos grandes tonterías en nuestras vidas por obtener satisfacción instantánea. El punto es que con la perseverancia, debemos tener la fortaleza de no dejarnos llevar por lo fácil y lo cómodo, a cambio de obtener algo más grande y mejor en el futuro. Si vemos la vida con superficialidad entonces nos dejaremos llevar por las cosas inmediatas.

Cuando hablamos de perseverancia, valdría la pena tomar un papel y ver nuestros propósitos de año nuevo. El problema con los propósitos es que siempre decimos el "qué" pero nunca el "cómo". Por otro lado, a veces no conocemos a fondo nuestras capacidades (o falta de ellas) para poder establecer objetivos que realmente podamos alcanzar.

La lista de año nuevo, y cualquier propósito que emprendamos (una relación afectiva, un trabajo, un cambio de residencia), debería estar acompañado de un recuento de los medios con los que vamos a lograr ese trabajo. Si queremos arreglar una cañería rota, necesitaremos herramientas, y sería muy bobo desalentarnos porque no pudimos llegar hasta la cañería por el muro con las uñas ¡Hacen falta herramientas! Esas herramientas son nuestras habilidades, circunstancias, posibilidades y conocimientos. ¿Cómo aplico mis habilidades, circunstancias, posibilidades y conocimientos para que mi relación de pareja sea estable? ¿Cómo intervienen mis posibilidades en ese nuevo trabajo? ¿Qué se hacer bien y mal?

La perseverancia requiere sentido común. A cambio de contar con el valor de la perseverancia obtendremos el gozo de luchar por lo que queremos. Tal vez no lo logremos de inmediato, incluso tal vez no logremos algo en el final, sin embargo es importante disfrutar el camino. La perseverancia brinda estabilidad, confianza y es un signo de madurez.

A veces nos olvidamos de la sabiduría popular, pero no sería mala idea reflexionar solo un momento el viejo refrán El que persevera alcanza.

PERDON

Perdón
Los resentimientos nos impiden vivir plenamente sin saber que un simple acto del corazón puede cambiar nuestras vidas y de quienes nos rodean
En los momentos que la amistad o la convivencia se rompen por cualquier causa, lo más común es la aparición de sentimientos negativos: la envidia, el rencor, el odio y el deseo de venganza, llevándonos a perder la tranquilidad y la paz interior. Al perder la paz y la serenidad, los que están a nuestro alrededor sufren las consecuencias de nuestro mal humor y la falta de comprensión. Al pasar por alto los detalles pequeños que nos incomodan, no se disminuye la alegría en el trato cotidiano en la familia, la escuela o la oficina.

Sin embargo, no debemos dejar que estos aspectos nos invadan, sino por el contrario, perdonar a quienes nos han ofendido, como un acto voluntario de disculpar interiormente las faltas que han cometido otros.

En ocasiones, estos sentimientos son provocados por acciones o actitudes de los demás, pero en muchas otras, nos sentimos heridos sin una razón concreta, por una pequeñez que ha lastimado nuestro amor propio.

La imaginación o el egoísmo pueden convertirse en causa de nuestros resentimientos:

- Cuando nos damos el lujo de interpretar la mirada o la sonrisa de los demás, naturalmente de manera negativa;
- Por una respuesta que recibimos con un tono de voz, a nuestro juicio indiferente o molesta;
- No recibir el favor que otros nos prestan, en la medida y con la calidad que nosotros habíamos supuesto;
- En el momento que a una persona que consideramos de "una categoría menor", recibe un favor o una encomienda para lo cual nos considerábamos más aptos y consideramos injusta la acción.

Es evidente que al ser susceptibles, creamos un problema en nuestro interior, y tal vez enjuiciamos a quienes no tenían la intención de lastimarnos.

Para saber perdonar necesitamos:

- Evitar "interpretar" las actitudes.
- No hacer juicios sin antes de preguntarnos el "por qué" nos sentimos agredidos (así encontraremos la causa: imaginación, susceptibilidad, egoísmo).
- Si el malentendido surgió en nuestro interior solamente, no hay porque seguir lastimándonos: no hay que perdonar. Lamentamos bastante cuando descubrimos que no había motivo de disgusto... entonces nosotros debemos pedir perdón.

Si efectivamente hubo una causa real o no tenemos claro qué ocurrió:

- Tener disposición para aclarar o arreglar la situación.
- Pensar la manera de llegar a una solución.
- Buscar el momento más adecuado para platicarlo con calma y tranquilidad, sobre todo de nuestra parte.
- Escuchar con paciencia, buscando comprender los motivos que hubo.
- Exponer nuestras razones y llegar a un acuerdo.
- Olvidar en incidente y seguir como si nada hubiera pasado.

El Perdón enriquece al corazón porque le da mayor capacidad de amar; si perdonamos con prontitud y sinceramente, estamos en posibilidad de comprender las fallas de los demás, actuando generosamente en ayudar a que las corrijan.

Es necesario recordar que los sentimientos negativos de resentimiento, rencor, odio o venganza pueden ser mutuos debido a un malentendido, y es frecuente encontrar familia en donde se forma un verdadero torbellino de odios. Nosotros no perdonamos porque los otros no perdonan. Es necesario romper ese círculo vicioso comprendiendo que "Amor saca amor". Una actitud valiente de perdón y humildad obtendrá lo que la venganza y el odio nunca pueden, y es lograr reestablecer la armonía.

Una sociedad, una familia o un individuo lleno de resentimientos impiden el desarrollo hacia una esfera más alta.

Perdonar es más sencillo de lo que parece, todo está en buscar la forma de mantener una convivencia sana, de la importancia que le damos a los demás como personas y de no dejarnos llevar por los sentimientos negativos.

LA PAZ

La Paz
Un valor fundamental para las personas, las familias y las naciones ¿Cómo puede cultivarse este valor desde nuestro interior?
Vivir la fraternidad y la armonía entre los seres humanos son los ideales de paz que más se predican, en contraposición al desastre, la guerra y a todo género de conflictos. Pero la paz no comienza desde fuera, sino desde dentro. No depende de las decisiones de altos funcionarios sino de lo que llevamos en el interior.

La paz es un valor que suele perderse fácilmente de vista. Cuando una nación entra en conflicto con otra y tenemos que vivir sus consecuencias o cuando en la familia los problemas o pleitos comienzan a surgir comenzamos a apreciar el valor que tiene la paz.

La paz puede verse a nivel internacional o a nivel personal, pero en cualquier perspectiva debemos entender que no surge como producto de un "no meterse con nadie", con un dejar hacer a los demás para que me dejen "vivir en paz". La calma y tranquilidad tampoco se da, necesariamente, como producto de convivir con personas afines.

Las dificultades entre los seres humanos suele ser algo común. Quien no sabe vivir en paz generalmente lo identificamos como una persona conflictiva porque:

- Es imposible llegar a un acuerdo, aunque sea pequeño y de poca importancia.
- Tiene una marcada tendencia a buscar en las palabras y actitudes un doble propósito, normalmente negativo.
- Se siente aludido y agredido ante cualquier circunstancia, y más si esta en contra de sus intereses.
- Busca por todos los medios "salirse con la suya" aunque este equivocado.
- En el trabajo o los negocios crea dificultades inexistentes.
- Discute con facilidad.

Vivimos en una época en la que se habla mucho de armonía y paz interior. Sin embargo pocos mencionan que una de las mejores formas de alcanzar estos ideales es mediante el espíritu de servicio hacia los demás. La paz es el fruto de saber escuchar, de entender las necesidades ajenas antes de las propias.

Mucho de la paz que podamos vivir con los demás radica en nuestra forma de expresarnos. En algunos momentos tenemos el impulso de hacer notar los errores de nuestros interlocutores sin saber todo lo que tienen que decir, provocando discusiones y resentimientos. Expresar nuestro punto de vista en el momento oportuno, facilita la comunicación y aumenta las posibilidades de superar las dificultades, pues ambas partes se sienten escuchadas.

Del mismo modo ocurre cuando se hace necesaria la corrección de una actitud: el disgusto nos mueve a reprender en el momento sin medir las palabras que utilizamos. ¿Cuántas veces nos hemos arrepentido por la excesiva dureza que tuvimos con nuestros subalternos, hijos o compañeros? La pérdida de la paz interior consecuente, se debe a la intolerancia e incomprensión que mostramos, generando una imagen negativa y tal vez altanera de nuestra persona. Por eso es importante pensar con serenidad antes de tomar cartas en el asunto.

Una de las grandes fuentes de la paz, o de la guerra, está en la familia. Los esposos deben ser conscientes que al crear el vínculo conyugal, se comienza a dar la fusión de distintas costumbres y formas de pensar. El arte de convivir, olvidarse del afán de dominio y buscar el justo medio entre las diferencias, trae la armonía como consecuencia. En otras palabras: es necesario aprender a conversar y obtener propósitos de mejora concretos que beneficien a todos en la familia.

En cuanto a la paz familiar, no olvidemos que todas las actitudes de los padres se reflejan en los hijos, por eso es importante:
- No discutir o quejarse de los demás delante de ellos;
- Saber sonreír aún en las dificultades;
- Evitar que todos sufran las consecuencias de nuestro mal humor;
- Enseñar a disculpar;
- Crear las condiciones para hacer agradables todos los momentos de convivencia.

De igual manera, en las relaciones de amistad debe procurarse la buena convivencia. En una reunión de amigos que ven un partido de fútbol es fácil ver discusiones que comienzan sobre la decisión que tuvo el árbitro en alguna jugada. En pocos minutos puede crecer la molestia, la palabrería descuidada y al cabo de pocos minutos: fin de la reunión. A veces la paz es así de frágil.

Como en todos los valores, se requiere la iniciativa personal para lograr vivirlos. La paz interior surge como un producto del conocimiento propio: aprender a dominar nuestro egoísmo y el deseo de tener siempre la razón; saber escuchar y comprender las debilidades propias y ajenas. Pero sobre todo: pensar en los demás siempre. Cuando esto ocurre conciliamos la paz con nosotros mismos y con nuestros semejantes.

LEALTAD

Lealtad
Conoce este valor sin el cual nos quedamos solos y que debemos vivir nosotros antes que nadie.
Probablemente nadie entienda mejor la lealtad que aquel a quien le han traicionado alguna vez.

Todos esperamos la lealtad de los demás. A nadie le gusta ser traicionado, o saber que un amigo habló mal de nosotros. Por supuesto que nos parece terrible cuando, tras muchos años de trabajar en un empresa, somos despedidos sin pensar en todos los años que le invertimos. Detectar la lealtad (o deselaltad) en los demás es fácil, pero ¿Cómo estoy viviendo yo la lealtad? ¿Realmente sé qué es? ¿Qué esperan los demás de mí?

La lealtad es un corresponder, una obligación que se tiene al haber obtenido algo provechoso. Es un compromiso a defender lo que creemos y en quien creemos. Por eso el concepto de la lealtad se da en temas como la Patria, el trabajo, la familia o la amistad. Cuando algo o alguien nos ha dado algo bueno, le debemos mucho más que agradecimiento.

La lealtad es un valor, pues quien es traidor se queda solo. Debemos ser leales con aquello que nos ha ayudado: un amigo que nos defendió, un país que nos acoge como patria, una empresa que nos da trabajo. La lealtad es defender a quien nos ha ayudado, "sacar la cara".

Cuando somos leales, logramos llevar la amistad y cualquier otra relación a su etapa más profunda. Todos podemos tener un amigo superficial, o trabajar en un sitio simplemente porque nos pagan. Sin embargo la lealtad implica un compromiso que va más hondo: es el estar con un amigo en las buenas y en las malas, es el trabajar no solo porque nos pagan, sino porque tenemos un compromiso más profunda con la empresa en donde trabajamos, y con la sociedad misma.

La lealtad es una llave que nos permite tener auténtico éxito cuando nos relacionamos. La lealtad es un valor que no es fácil de encontrar. Es, por supuesto, más común aquella persona que al saber que puede obtener algo de nosotros se nos acerque y cuando dejamos de serle útil nos abandona sin más. Es frecuente saber que alguien frecuenta un grupo contrario porque le da más beneficios. Y lo que acaba ocurriendo es que nadie confía en ese tipo de personas.

Podemos ver como actitudes desleales:
- Las críticas que se hacen de las personas, haciendo hincapié en sus defectos, lo limitado de sus cualidades o lo mal que hacen su trabajo.
- Hablar mal de nuestros jefes, maestros o de las instituciones que representan.
- Divulgar las confidencias que se nos han hecho.
- Quejarnos del modo de ser de alguien y no ayudarlo para que se supere.
- Dejar una amistad por razones injustificadas y de poca trascendencia, como el modo de hablar, vestir o conducirse en público.
- El poco esfuerzo que se pone al hacer un trabajo o terminarlo.
- Cobrar más del precio pactado

Como vemos, la Lealtad se relaciona estrechamente con otro Valores como la Amistad, el Respeto, la Responsabilidad y la Honestidad entre otras.

No basta contradecir las actitudes desleales para ser Leal, es necesario detenernos a considerar algunos puntos:

- En toda relación se adquiere un deber respecto a las personas. Como la confianza y el respeto que debe haber entre padres e hijos, la empresa con los empleados, entre los amigos, los alumnos hacia su escuela…

- Es necesario reconocer los valores que representan las instituciones o aquellos que promueven las personas con sus ideas y actitudes. Nunca será buena idea que una persona que se preocupa por vivir los valores, trabaje en un lugar donde se hacen fraudes o impera la corrupción.

- Se deben buscar y conocer los valores permanentes para cualquier situación, de otra forma se es "leal" mientras se comparten las mismas ideas. La persona que convive en un ambiente de diversión malsana y excesos, pronto se alejará y comenzará a hablar mal de aquellos que dejaron de participar de sus actividades.

- La Lealtad no es consecuencia de un sentimiento afectivo, es el resultado de una deliberación mental para elegir lo que es correcto. El mentir para encubrir las faltas de un amigo (en la casa, el trabajo o la escuela) no nos hace leales, sino cómplices.

- Si se coloca como valor fundamental el alcance de objetivos, se pierde el sentido de cooperación. La persona que participa de una actividad sólo por el éxito que se tiene, fácilmente abandona la empresa porque las cosas no salen bien o simplemente deja de obtener los beneficios a que estaba acostumbrado.

- Lo importante es vivir los valores por lo que representan, no por las personas que en algún momento dictan una norma. Todo trabajo se debe hacer bien, no por "quedar bien" con el jefe.


Con todo lo anterior veremos que aún sin darnos cuenta, las relaciones que hemos sabido mantener se deben en gran medida a la vivencia del valor de la Lealtad. No basta conocer los valores, es necesario darlos a conocer y reforzarlos para lograr un cambio de actitud, al hacerlo, logramos madurar la amistad y fortalecer el afecto.

BONDAD

Bondad
La bondad perfecciona a la persona porque sabe dar y darse sin temor a verse defraudado, transmitiendo aliento y entusiasmo a quienes lo rodean.
En ocasiones el concepto de bondad es confundido con el de debilidad. A nadie le gusta ser "el buenito" de la oficina, de quien todo el mundo se aprovecha. Bondad es exactamente lo contrario, es la fortaleza que tiene quien sabe controlar su carácter, sus pasiones y sus arranques para convertirlos en mansedumbre.

La bondad es una inclinación natural a hacer el bien, con una profunda comprensión de las personas y sus necesidades, siempre paciente y con ánimo equilibrado. Este valor, por consiguiente, desarrolla en cada persona la disposición para agradar y complacer en justa medida a todas las personas y en todo momento.

¿En qué momentos nos alejamos de una actitud bondadosa? Es muy sencillo apreciarlo en las actitudes agresivas que se adoptan con los malos modales y la manera de hablar, a veces con palabras altisonantes, con la razón de nuestra parte o sin ella; la indiferencia que manifestamos ante las preocupaciones o inquietudes que tienen los demás, juzgándolas de poca importancia o como producto de la falta de entendimiento y habilidad para resolver problemas. ¡Qué equivocados estamos al considerarnos superiores! Al hacerlo, nos convertimos en seres realmente incapaces de escuchar con interés y tratar con amabilidad a todos los que acuden a nosotros buscando un consejo o una solución.

Equivocadamente, nuestro ego puede regocijarse cuando alguien comete un error a pesar de las advertencias, casi saboreando aquellas palabras de: "no quiero decir te lo dije, pero... te lo dije", y nos empeñamos en poner "el dedo en la llaga", insistiendo en demostrar lo sabios que son nuestros consejos; seguramente todo esto sale sobrando, pues la persona ya tiene suficiente con haber reconocido su error y quizá en ese momento esta afrontando las consecuencias.

La bondad no se detiene a buscar las causas, sino a comprender las circunstancias que han puesto a la persona en la situación actual, sin esperar explicaciones ni justificación y en procurar el encontrar los medios para que no ocurra nuevamente. La bondad tiene tendencia a ver lo bueno de los demás, no por haberlo comprobado, sino porque evita enjuiciar las actitudes de los demás bajo su punto de vista, además de ser capaz de "sentir" de alguna manera lo que otros sienten, haciéndose solidario al ofrecer soluciones .

Una persona con el ánimo de "exaltar" su bondad, puede subrayar constantemente "lo bueno que ha sido", "todo lo que ha hecho por su familia", "cuánto se ha preocupado por los demás" y eso por supuesto no es bondad. La bondad es generosa y no espera nada a cambio. No necesitamos hacer propaganda de nuestra bondad, porque entonces pierde su valor y su esencia. El hacernos pasar por incomprendidos a costa de mostrar lo malos e injustos que son los demás, denota un gran egoísmo. La bondad no tiene medida, es desinteresada, por lo que jamás espera retribución. Podemos añadir que nuestro actuar debe ir acompañado de un verdadero deseo de servir, evitando hacer las cosas para quedar bien... para que se hable bien de nosotros.

El ser bondadoso tampoco equivale a ser blando, condescendiente con la injusticia, o indiferente ante lo que esta bien o esta mal en las actitudes y palabras de quienes nos rodean, por el contrario, sigue siendo enérgico y exigente, sin dejar de ser comprensivo y amable. Del mismo modo, jamás responde con insultos y desprecio ante quienes así lo tratan, por el dominio que tiene sobre su persona, procura comportarse educadamente a pesar del ambiente adverso.

La bondad, como hemos visto, va más allá que un simple ofrecimiento de cosas materiales en condiciones precarias, para fomentar este valor en nuestra vida podemos considerar que debemos:

- Sonreír siempre
- Evitar ser pesimistas: ver lo bueno y positivo de las personas y circunstancias
- Tratar a los demás como quisiéramos que nos trataran: con amabilidad, educación y respeto.
- Corresponder a la confianza y buena fe que se deposita en nosotros.
- Ante la necesidad de llamar fuertemente la atención (a los hijos, un subalterno, etc.), hacer a un lado el disgusto, la molestia y el deseo de hacer sentir mal al interesado: buscar con nuestra actitud su mejora y aprendizaje.
- Visitar a nuestros amigos: especialmente a los que están enfermos, los que sufren un fracaso económico o aquellos que se ven afectados en sus relaciones familiares.
- Procurar dar ayuda a los menesterosos, sea con trabajo o económicamente.
- Servir desinteresadamente.

El valor de la bondad perfecciona a la persona que lo posee porque sus palabras están cargadas de aliento y entusiasmo, facilitando la comunicación amable y sencilla; sabe dar y darse sin temor a verse defraudado; y sobre todo, tiene la capacidad de comprender y ayudar a los demás olvidándose de sí mismo.

CONFIANZA

Confianza
Los hombres no podríamos vivir en armonía si faltara la Confianza.
Los hombres no podríamos vivir en armonía si faltara la Confianza, es decir, la seguridad firme que se tiene de una persona, por la relación de amistad o la labor que desempeña.

Tenemos seguridad en una persona porque sabemos que en sus palabras no existe el doble sentido o el rebuscamiento; jamás hace un juicio a la ligera sobre las actitudes de los demás; trabaja con intensidad, procurando terminar la tarea encomendada cuidando hasta el más mínimo detalle; llegará puntual si así se ha acordado o guardará el secreto que le hemos confiado.

Es fácil perder la Confianza en alguien cuando no actúa con justicia, algún comerciante, profesional o prestador de servicios que abusa de nuestra falta de conocimiento o buena voluntad, y pide a cambio una cantidad de dinero que no corresponde a lo convenido.

La mentira tampoco tiene lugar en cualquier tipo de relación, pues confunde la verdad, destruye los sentimientos, provocando una ruptura que pocas veces, o nunca, se puede resanar.

Podemos confundir la "confianza en uno mismo" convirtiéndola en presunción, como una forma de hacernos notar mediante una actitud poco respetuosa a las personas, lugares y circunstancias, tratando bruscamente a un mesero o buscar los medios para no formase en fila en un banco.

Otra forma mal entendida de la Confianza, es la familiaridad excesiva en el trato, provocando la burla de quienes nos rodean, los mismos familiares y compañeros de trabajo son las víctimas de nuestro asedio, posiblemente no reaccionan violentamente ante nuestro comportamiento por falta de recursos, sino por tener más educación.

Ahora bien, todos somos capaces de generar Confianza en los demás:

- Cada vez que enseñamos a otros a trabajar, aceptando sus fallas y ayudándoles a mejorar, de esta manera podrán adquirir seguridad en lo que están haciendo.

- Para tomar decisiones, tomar en cuenta a los que comparten las mismas responsabilidades, así, con otra visión de la situación se obtienen mejores resultados.

- Saber escuchar la opinión de los demás, sin importar nuestra mejor preparación o el puesto de mayor nivel que ocupamos.

- Ayudar a los hijos a decidir, procurando proporcionarles los elementos que les ayuden a tomar la opción que más convenga.

- Procurando cumplir a tiempo con los encargos que tenemos, en el trabajo, en casa y con los amigos.

- Presentar nuestro trabajo limpio, ordenado y puntualmente.
- Hablar siempre con la verdad.

- Cobrar la cantidad justa de dinero por lo que vendimos o el servicio que prestamos.

- Evitar que se hagan burlas o calumnias de otras personas.

Somos dignos de Confianza por cumplir responsablemente nuestras obligaciones, ayudamos a los demás con nuestro consejo o nuestro trabajo, si sabemos cumplir con las promesas que hacemos, evitamos criticar a los demás, generamos un ambiente agradable en las reuniones a las que somos invitados, comprendemos los errores de los demás y ayudamos a corregir.

Tal vez los mejores indicadores de Confianza, son la cantidad de amigos que tenemos, el número de personas que acuden a nuestro negocio y las responsabilidades que nos asignan en el trabajo; cuando esto ocurre, podemos decir que somos Confiables.

COMPRENSION

Comprensión
Cuando alguien se siente comprendido entra en un estado de alivio, de tranquilidad y de paz interior. ¿Qué hacer para vivir este valor en los pequeños detalles de la vida cotidiana?
¡Quiero que me comprendas! Cuántas veces hemos tenido la necesidad de encontrar a alguien que escuche y comparta nuestros sentimientos e ideas en un momento determinado. Cuando nos sentimos comprendidos entramos en un estado de alivio, de tranquilidad y de paz interior. Pero, ¿somos capaces comprender a los demás? ¿de procurar dar algo más que un simple: “si te comprendo”?

La comprensión es la actitud tolerante para encontrar como justificados y naturales los actos o sentimientos de otro. Es en este momento nos percatamos que la comprensión va más allá de “entender” los motivos y circunstancias que rodean a un hecho, es decir, no basta con saber que pasa, es necesario dar algo más de nosotros mismos.


Podemos “saber “ que un empleado nuestro comete errores con cierta frecuencia, “justificamos” este hecho debido a una falta de conocimiento, lo cual determina sus fallas como involuntarias y observamos la necesidad urgente e inmediata de brindar la capacitación correspondiente. El justificar se convierte en una disculpa, en una atenuante que nos hace ubicar el problema en su justa medida, por lo tanto, la comprensión nos lleva a proponer, sugerir o establecer los medios que ayuden a los demás a superar el estado por el que actualmente pasan.


El ser tolerantes no significa ser condescendientes con lo sucedido y hacer como si nada hubiera pasado, la tolerancia debe traducirse como la confianza que tenemos en los demás para que superen sus obstáculos. El padre de familia que retira todo su apoyo a los hijos hasta que mejoren sus calificaciones, condiciona su comprensión a resultados, y no al propósito, al esfuerzo y al empeño que se pongan para lograr el objetivo.


Ver con “naturalidad” los actos y sentimientos de los demás, es la conciencia de nuestra fragilidad, la convicción de saber que podemos caer en la misma situación, de cometer los mismos errores y de dejarnos llevar por el arrebato de los sentimientos.


La mayoría de las veces los sentimientos juegan un papel importante y debemos ser cuidadosos. Una persona exaltada, triste o francamente molesta esta sujeta a la emoción momentánea, lo cual reduce su capacidad de reflexión, con la posibilidad latente de hacer o decir cosas que realmente no piensa ni siente. Cada vez que alguien pide comprensión, a través de palabras o actitudes, busca en nosotros un consejo, una solución o una idea que lo haga recuperar la tranquilidad y ver con más claridad la solución a su problema.


El comprender no debe confundirse con un “sentirse igual” que los demás, esto puede suceder con las personas a quien les tenemos cierta estima, pero, ¿Qué pasaría con quienes no tenemos un lazo afectivo? Es necesario enfatizar que la comprensión, es y debe ser, un producto de la razón, de pensar en los demás, “ de ponerse en los zapatos del otro”, sin hacer diferencias entre las personas. Si alguna vez nos hemos visto incomprendidos, recordaremos el rechazo experimentado y como nos sentimos defraudados por la persona que no supo corresponder a nuestra confianza.


Existen un sinnúmero de oportunidades para vivir el valor de la comprensión. En las situaciones cotidianas tenemos a tendencia a reaccionar con impulsos, por ejemplo: cuando no esta lista la camisa que pensábamos usar; si llegamos a casa y aún no han terminado de preparar la comida; una vez más los hijos han dejado sus juguetes esparcidos por toda la casa; los compañeros de clase que no terminaron a tiempo su parte del trabajo en equipo; el informe para la oficina que tuvo errores y se retrasó; etc.


Si deseamos hacer nuestra comprensión de manera consciente, debemos pensar un momento si hacemos lo necesario para:


- Aprender a escuchar y hacer lo posible para no dejarnos llevar por el primer impulso (enojo, tristeza, desesperación, etc.)


- No hacer juicios prematuros, primero se deben conocer todos los aspectos que afectan a la situación, hay que preguntar. No basta decir que una persona es poco apta para un trabajo.


- Distinguir si es una situación voluntaria, producto de los sentimientos o de un descuido. En cualquier caso siempre habrá una forma de prevenir futuros desaciertos.


- Preguntarnos que haríamos y como reaccionaríamos nosotros al vernos afectados por la misma situación.


- Buscar las posibilidades y opciones de solución. Es la parte más activa de la comprensión, pues no nos limitamos a escuchar y conocer que sucede.


- Dar nuestro consejo, proponer una estrategia o facilitar los medios necesarios que den una alternativa al alcance de la persona.


La comprensión no es algo para ejercitar en situaciones extremas, se vive día a día en cada momento de nuestra vida, con todas las personas, en los detalles más pequeños y en apariencia insignificantes.


¡Qué importante es la comprensión! Podemos afirmar que es un acto lleno de generosidad porque con ella aprendemos a disculpar, a tener confianza en los demás, y por lo tanto, ser una persona de estima, a quien se puede recurrir en cualquier circunstancia.

CARACTER

Carácter
Transformar la imagen de una personalidad emprendedora, llena de energía, de fuerza y vitalidad, a una forma de ser propia y natural.
El tener carácter implica una decisión firme y una férrea voluntad para proponernos objetivos y alcanzarlos en la medida de nuestras posibilidades, el cultivo de los buenos hábitos, la actitud positiva hacia el trabajo y el esfuerzo por dominar a nuestros impulsos y al egoísmo.

El transformar la imagen de una personalidad emprendedora, llena de energía, de fuerza y vitalidad, a una forma de ser propia y natural, es sin lugar a dudas, algo atractivo para cualquier persona. Con cierta facilidad podríamos calificar si una persona tiene carácter o no, dependiendo de las actitudes que consideramos como positivas, o en su defecto, con falta de firmeza y según sea el caso. Esta valoración que hacemos de los demás, ¿la hacemos para nuestra persona sin tratar de engañarnos nosotros mismos?

En algunos momentos se ha malentendido el "tener carácter" como sinónimo de rudeza, prepotencia, altanería, u obstinación. Por otra parte, no siempre se ha identificado la falta de carácter con las quejas continuas por el trabajo y todo lo que implica, las labores domésticas los estudios... y en general de todo aquello que de alguna manera nos incomoda.

Una persona con carácter tiene retos constantes, no contra los demás, sino para consigo mismo. Cada reto personal es una manera de forjar un carácter recio, firme y decidido, incapaz de detenerse ante los obstáculos, de lamentarse por el cansancio o cuando las cosas salen mal.

Podemos revisar algunos aspectos de nuestra vida, que seguramente nos ayudarán a descubrir si estamos formando adecuadamente nuestro carácter:

En la oficina, la escuela o en el hogar y con todas sus variantes ¿Cómo es nuestro trabajo? Hablamos de trabajar con intensidad, sin perder demasiado tiempo en el café o en la plática, procurando hacer las cosas en el momento, sin detenernos a buscar si hay algo más fácil que hacer. Además es necesario considerar como un deber, el terminar todo lo que hemos comenzado sin distraernos en otra cosa, aunque estemos cansados y procurando hacerlo lo más perfecto posible.

Lo propio siempre será asumir siempre nuestra responsabilidad en cualquier caso, lo que nos lleva a evitar mentir o dar pretextos y justificaciones cuando cometimos un error por negligencia. En este rubro se considera el evadir algunas tareas que nos son particularmente desagradables, como aparentar demasiado trabajo para que nuestro jefe no nos asigne una tarea extra para el día de hoy.

De alguna forma todo aquello que tenemos en nuestro interior, lo manifestamos muchas veces sin darnos cuenta: los días pasarán lentamente si continuamente estamos pensando en que llegue el fin de semana para liberarnos, y así dedicarnos a descansar, ponernos cómodos y divertirnos, en pocas palabras: pereza.

Poca fortaleza interior se ve reflejada en las quejas que hacemos por todo: la cantidad de trabajo, del clima, del tráfico... si algo solucionamos, adelante.

Nuestro trato a los demás siempre debe ser cordial, y no sólo eso, hay que evitar por todos los medios criticar o que se haga crítica de las personas. Esto sólo refleja envidia y vano amor propio.

Para formar el carácter es necesario tener dominio sobre nuestra persona, mediante pequeñas, pero continuas acciones que hagan más fuerte nuestra voluntad, principalmente:

- Hacer pequeños esfuerzos que nos ayuden a dominar nuestros gustos y caprichos. Como levantarse 10 minutos antes de lo normal, comer un poco menos de aquello que más nos gusta, ver menos tiempo la televisión o en su defecto ver el noticiero completo.

- Hablar bien de las personas, siempre.

- Llegar al trabajo o a la casa con una sonrisa.

- Saludar con educación y cortesía a todas las personas.

- Aprender a escuchar y considerar las opiniones y consejos que nos dan.

- Pedir perdón si ofendimos o hicimos pasar un mal momento a alguien por nuestro mal humor.

- Hacer con empeño las cosas que consideramos poco agradables. Si nos confían algo, es porque se tiene la confianza de que esta en nuestras posibilidades realizarlo.

- Cumplir con las promesas y compromisos que hemos hecho.

- Proponerse varios retos personales: como trabajar mejor, aprender algo nuevo, mejorar nuestro trato hacia los demás, etc.

La persona que verdaderamente tiene carácter no ve obstáculos, sino retos; domina sus impulsos para ser dueño de su voluntad: conserva amistades y relaciones por los valores que transmite; encuentra alegría en lo que hace, sin conformarse con ser feliz a través de los placeres pasajeros.

LIBERTAD

Libertad
Un valor que todos reconocemos, pero que pocos sabemos defender, o del cual podemos abusar.
La libertad es un derecho natural de la persona, sin importar la edad, sexo o cualquier otra diferencia de cualquier índole. Gracias a la libertad podemos realizar aspiraciones: un mejor nivel de vida, formar a los hijos para que aprendan a tomar mejores descisiones, buscar un lugar adecuado para vivir, participar de manera activa en beneficio de la sociedad, llevar una vida congruente con la moral y la ética en todo el quehacer profesional, buscar una educación de calidad... pero estos son los efectos de la libertad, no la libertad misma.

La libertad puede entenderse como la capacidad de elegir entre el bien y el mal responsablemente. Esta responsabilidad implica conocer lo bueno o malo de las cosas y proceder de acuerdo con nuestra conciencia, de otra manera, se reduce el concepto a una mera expresión de un impulso o del instinto.

Toda decisión se enfrenta a la consideración de lo bueno y lo malo, del beneficio o el perjuicio de una acción. Si no se realiza este juicio se puede incurrir con facilidad en un error pues se hace un uso irresponsable de la libertad. Al igual que en otros aspectos de nuestra vida, el abuso se convierte en un actuar conforme a nuestros impulsos, sin reconocer barreras, límites, moral o ética, es decir, se convierte en libertinaje.

El mal uso o abuso de este derecho, simpre tendrá repercusiones en nuestros semejantes. Es inconcebible pensar que nuestro poceder es independiente y único, no podemos obrar como si fuéramos los únicos en el mundo o imponer sin ton ni son normas a las cuales deben sujetarse los que nos rodean; si por alguna razón alguien con autoridad o poder de cualquier índole afecta abusando "libremente" en perjuicio del prójimo, está olvidando las bases y principios que le han otorgado esas capacidades para el servicio, bienestar y desarrollo de los demás.

Tal es la magnitud de la libertad, que ni Dios la condiciona o restringe, pues forma parte de nuestra naturaleza; sus mandamientos son una guía con la cual se puede ser más humano, nada parecido a un condicionamiento, pues se nota por las acciones, que todos tenemos la capacidad de aceptar o rechazar lo propuesto, de asumirlo con alegría o rechazarlo abiertamente, haciendo lo que mejor nos parece; sin que en este momento se juzgue si esa aceptación o menosprecio sea bueno o malo, podemos afirmar nuevamente que siempre estaremos ejerciendo nuestro derecho de ser Libres.

La Libertad no se construye. No es como en el caso de virtudes como la perseverancia, la fortaleza o la paciencia que requieren de un esfuerzo constante y continuo para hacer de ellas una parte integral de nuestra vida. La libertad se ejerce de acuerdo con los principios fundamentales que nacen en la conciencia, en la familia y en la sociedad, es ahí dónde este valor se orienta, forma, educa y respalda, forjando personas íntegras.

Puede ocurrir que nuestra libertad se vea obstruída por cualquier motivo, lo peor sería dejarnos llevar por el desánimo o el pesimismo, la Libertad siempre estará latente en nuestro ser y en nuestra mente. Siempre contaremos con la libertad de elegir cómo nos afectan las circunstancias. Nuestra libertad, aún cuando sea obstruída, permanece en nuestro interior cuando elegimos si lo que nos ocurre nos derrota, o permanecemos de pie. Desgraciadamente es en condiciones adversas cuando se considera en toda su magnitud el valor que reside en la Libertad. Por eso mismo se defiende la libertad de expresión, de traslado, de decidir por aquello que nos traiga un beneficio, de trabajar donde se prefiera o de elegir lo mejor para la familia o para la sociedad.

Podemos percibir mejor la libertad en nuestra vida diaria en muchos aspectos: En el momento que procuramos enseñarle a los demás (hijos, empleados, padres, amigos, etc.) a considerar lo bueno y lo malo de cada acto; cuando tenemos acceso a distintos medios de comunicación y encontramos que se puede expresar opiniones con respeto y educación; Cuando usamos correctamente de servicios públicos.

Reflexionar en la libertad es una oportunidad para considerar lo que tenemos, cómo lo aprovechamos o desaprovechamos, lo que hemos hecho y dejado de hacer. Vivir libremente es respetar, y al mismo tiempo es decidir, es ejercer un derecho.

RESPONSABILIDAD

Responsabilidad
Todos comprendemos la irresponsabilidad cuando alguien no cumple lo que promete ¿Pero sabemos nosotros vivirla?
La responsabilidad (o la irreponsabilidad) es fácil de detectar en la vida diaria, especialmente en su faceta negativa: la vemos en el plomero que no hizo correctamente su trabajo, en el carpintero que no llegó a pintar las puertas en el día que se había comprometido, en el joven que tiene bajas calificaciones, en el arquitecto que no ha cumplido con el plan de construcción para un nuevo proyecto, y en casos más graves en un funcionario público que no ha hecho lo que prometió o que utiliza los recursos públicos para sus propios intereses.

Sin embargo plantearse qué es la responsabilidad no es algo tan sencillo. Un elemento indispensable dentro de la responsabilidad es el cumplir un deber. La responsabilidad es una obligación, ya sea moral o incluso legal de cumplir con lo que se ha comprometido.

La responsabilidad tiene un efecto directo en otro concepto fundamental: la confianza. Confiamos en aquellas personas que son responsables. Ponemos nuestra fe y lealtad en aquellos que de manera estable cumplen lo que han prometido.

La responsabilidad es un signo de madurez, pues el cumplir una obligación de cualquier tipo no es generalmente algo agradable, pues implica esfuerzo. En el caso del plomero, tiene que tomarse la molestia de hacer bien su trabajo. El carpintero tiene que dejar de hacer aquella ocupación o gusto para ir a la casa de alguien a terminar un encargo laboral. La responsabilidad puede parecer una carga, y el no cumplir con lo prometido origina consecuencias.

¿Por qué es un valor la responsabilidad? Porque gracias a ella, podemos convivir pacíficamente en sociedad, ya sea en el plano familiar, amistoso, profesional o personal.

Cuando alguien cae en la irresponsabilidad, fácilmente podemos dejar de confiar en la persona. En el plano personal, aquel marido que durante una convención decide pasarse un rato con una mujer que recién conoció y la esposa se entera, la confianza quedará deshecha, porque el esposo no tuvo la capacidad de cumplir su promesa de fidelidad. Y es que es fácil caer en la tentación del capricho y del bienestar inmediato. El esposo puede preferir el gozo inmediato de una conquista, y olvidarse de que a largo plazo, su matrimonio es más importante.

El origen de la irresponsabilidad se da en la falta de prioridades correctamente ordenadas. Por ejemplo, el carpintero no fue a pintar la puerta porque llegó su “compadre” y decidieron tomarse unas cervezas en lugar de ir a cumplir el compromiso de pintar una puerta. El carpintero tiene mal ordenadas sus prioridades, pues tomarse una cerveza es algo sin importancia que bien puede esperar, pero este hombre (y tal vez su familia), depende de su trabajo.

La responsabilidad debe ser algo estable. Todos podemos tolerar la irresponsabilidad de alguien ocasionalmente. Todos podemos caer fácilmente alguna vez en la irresponsabilidad. Empero, no todos toleraremos la irresponsabilidad de alguien durante mucho tiempo. La confianza en una persona en cualquier tipo de relación (laboral, familiar o amistosa) es fundamental, pues es una correspondencia de deberes. Es decir, yo cumplo porque la otra persona cumple.

El costo de la irresponsabilidad es muy alto. Para el carpintero significa perder el trabajo, para el marido que quiso pasarse un buen rato puede ser la separación definitiva de su esposa, para el gobernante que usó mal los recursos públicos puede ser la cárcel.

La responsabilidad es un valor, porque gracias a ella podemos convivir en sociedad de una manera pacífica y equitativa. La responsabilidad en su nivel más elemental es cumplir con lo que se ha comprometido, o la ley hará que se cumpla. Pero hay una responsabilidad mucho más sutil (y difícil de vivir), que es la del plano moral.

Si le prestamos a un amigo un libro y no lo devuelve, o si una persona nos deja plantada esperándole, entonces perdemos la fe y la confianza en ella. La pérdida de la confianza termina con las relaciones de cualquier tipo: el chico que a pesar de sus múltiples promesas sigue obteniendo malas notas en la escuela, el marido que ha prometido no volver a emborracharse, el novio que sigue coqueteando con otras chicas o el amigo que suele dejarnos plantados. Todas esta conductas terminarán, tarde o temprano y dependiendo de nuestra propia tolerancia hacia la irresponsabilidad, con la relación.

Ser responsable es asumir las consecuencias de nuestra acciones y decisiones. Ser responsable también es tratar de que todos nuestros actos sean realizados de acuerdo con una noción de justicia y de cumplimiento del deber en todos los sentidos.

Los valores son los cimientos de nuestra convivencia social y personal. La responsabilidad es un valor, porque de ella depende la estabilidad de nuestras relaciones. La responsabilidad vale, porque es difícil de alcanzar.

¿Qué podemos hacer para mejorar nuestra responsabilidad?

El primer paso es percatarnos de que todo cuanto hagamos, todo compromiso, tiene una consecuencia que depende de nosotros mismos. Nosotros somos quienes decidimos.

El segundo paso es lograr de manera estable, habitual, que nuestros actos correspondan a nuestras promesas. Si prometemos “hacer lo correcto” y no lo hacemos, entonces no hay responsabilidad.

El tercer paso es educar a quienes están a nuestro alrrededor para que sean responsables. La actitud más sencilla es dejar pasar las cosas: olvidarse del carpintero y conseguir otro, hacer yo mismo el trabajo de plomería, despedir al empleado, romper la relación afectiva. Pero este camino fácil tiene su propio nivel de responsabilidad, porque entonces nosotros mismos estamos siendo irresponsables al tomar el camino más ligero. ¿Qué bien le hemos hecho al carpintero al despedirlo? ¿Realmente romper con la relación era la mejor solución? Incluso podría parecer que es “lo justo” y que estamos haciendo “lo correcto”. Sin embargo, hacer eso es caer en la irresponsabilidad de no cumplir nuestro deber y ser iguales al carpintero, al gobernante que hizo mal las cosas o al marido infiel. ¿Y cual es ese deber? La responsabilidad de corregir.

El camino más difícil, pero que a la larga es el mejor, es el educar al irresponsable. ¿No vino el carpintero? Entonces, a ir por él y hacer lo que sea necesario para asegurarnos de que cumplirá el trabajo. ¿Y el plomero? Hacer que repare sin costo el desperfecto que no arregló desde la primera vez. ¿Y con la pareja infiel? Hacerle ver la importancia de lo que ha hecho, y todo lo que depende de la relación. ¿Y con el gobernante que no hizo lo que debía? Utilizar los medios de protesta que confiera la ley para que esa persona responda por sus actos.

Vivir la responsabilidad no es algo cómodo, como tampoco lo es el corregir a un irresponsable. Sin embargo, nuestro deber es asegurarnos de que todos podemos convivir armónicamente y hacer lo que esté a nuestro alcance para lograrlo.

¿Qué no es fácil? Si todos hiciéramos un pequeño esfuerzo en vivir y corregir la responsabilidad, nuestra sociedad, nuestros países y nuestro mundo serían diferentes.

Sí, es difícil, pero vale la pena.

LABORIOSIDAD

Laboriosidad
Trabajar es solo el primer paso, hacerlo bien y con cuidado en los pequeños detalles es cuando se convierte en un valor.
Alguna vez un cómico dijo "Tan terrible es el trabajo que hasta pagan por hacerlo", sin embargo el trabajo es un valor fundamental.

Cuando alguien se refiere a nosotros por “ser muy trabajadores” nos sentimos distinguidos y halagados: los demás ven en nosotros la capacidad de estar horas y horas en la escuela, en la casa o en la oficina haciendo “muchas cosas importantes”. Efectivamente esa puede ser la razón, pero existe la posibilidad de carecer de un sistema de trabajo que nos lleva a “trabajar” más tiempo de lo previsto. Esto se identifica con claridad cuando iniciamos varias tareas y sólo terminamos algunas, generalmente las menos importantes (las que más nos gustan o se nos facilitan), además de ir acumulando labores que después se convertirán en urgentes.
La laboriosidad significa hacer con cuidado y esmero las tareas, labores y deberes que son propios de nuestras circunstancias. El estudiante va a la escuela, el ama de casa se preocupa por los miles de detalles que implican que un hogar sea acogedor, los profesionistas dirigen su actividad a los servicios que prestan. Pero laboriosidad no significa únicamente "cumplir" nuestro trabajo. También implica el ayudar a quienes nos rodean en el trabajo, la escuela, e incluso durante nuestro tiempo de descanso; los padres velan por el bienestar de toda la familia y el cuidado material de sus bienes; los hijos además del estudio proporcionan ayuda en los quehaceres domésticos.

Podemos, fácilmente, dar una apariencia de laboriosidad cuando adquirimos demasiadas obligaciones para quedar bien, aún sabiendo que no podremos cumplir oportunamente; también puede tomarse como pretexto el pasar demasiado tiempo en la oficina o la escuela para dejar de hacer otras cosas, como evitar llegar temprano a casa y así no ayudar a la esposa o a los padres.

Al crear una imagen de mucha actividad pero con pocos resultados se le llama activismo, popularmente expresado con un “mucho ruido y pocas nueces”. Es entonces cuando se hace necesario analizar con valentía los verdaderos motivos por los que actuamos, para no engañarnos, ni pretender engañar a los demás cubriendo nuestra falta de responsabilidad.

La pereza es la manera común de entender la falta de laboriosidad; las máquinas cuando no se usan pueden quedar inservibles o funcionar de manera inadecuada, de igual forma sucede con las personas: quien con el pretexto de descansar de su intensa actividad -cualquier día y a cualquier hora- pasa demasiado tiempo en el sofá o en la cama viendo televisión “hasta que el cuerpo reclame movimiento”, poco a poco perderá su capacidad de esfuerzo hasta ser incapaz de permanecer mucho tiempo trabajando o estudiando en lo que no le gusta o no le llama la atención.

Para ser laborioso se necesita estar activo, hacer cosas que traigan un beneficio a nuestra persona, o mejor aún, a quienes nos rodean: dedicar tiempo a buena lectura, pintar, hacer pequeños arreglos en casa, ayudar a los hijos con sus deberes, ofrecerse a cortar el pasto... No hace falta pensar en grandes trabajos “extras”, sobre todo para los fines de semana, pues el descanso es necesario para reponer fuerzas y trabajar más y mejor. El descanso no significa “no hacer nada”, sino dedicarse a actividades que requieren menor esfuerzo y diferentes a las que usualmente realizamos.

Podemos establecer pequeñas acciones que poco a poco y con constancia, nos ayudarán a trabajar mejor y a cultivar el valor de la laboriosidad:

- Comenzar y terminar de trabajar en las horas previstas. Generalmente cuesta mucho trabajo, pero nos garantiza orden para poder cubrir más actividades.

- Establecer un horario y una agenda de actividades para casa, en donde se contempla el estudio, el descanso, el tiempo para cultivar las aficiones, el tiempo familiar y el de cumplir las obligaciones domésticas o encargos.

- Terminar en orden y de acuerdo a su importancia todo lo empezado: encargos, trabajos, reparaciones, etc.

- Cumplir con todos nuestros deberes, aunque no nos gusten o impliquen un poco más de esfuerzo.

- Tener ordenado y dispuesto nuestro material y equipo de trabajo antes de iniciar cualquier actividad. Evitando así poner pretextos para buscar lo necesario y la consabida pérdida de tiempo e interés.

- Esmerarnos por presentar nuestro trabajo limpio y ordenado.

Cuando nos decidimos a vivir el valor de la laboriosidad adquirimos la capacidad de esfuerzo, tan necesaria en estos tiempos para contrarrestar la idea ficticia de que la felicidad sólo es posible alcanzarla por el placer y comodidad, logrando trabajar mejor poniendo empeño en todo lo que se haga.

El trabajo es mucho más que un valor: es una bendición.

COMPROMISO

Compromiso
Comprometerse va más allá de cumplir con una obligación, es poner en juego nuestras capacidades para sacar adelante todo aquello que se nos ha confiado.
Una persona comprometida es aquella que cumple con sus obligaciones haciendo un poco más de lo esperado al grado de sorprendernos, porque vive, piensa y sueña con sacar adelante a su familia, su trabajo, su estudio y todo aquello en lo que ha empeñado su palabra.

Todos tenemos compromisos de diversa índole y según el estado de la persona (como padres de familia, hijos, trabajadores, estudiantes, etc.) Aún así, hay personas que esperan exista un contrato, una promesa o una ineludible consecuencia para saberse con un compromiso, como la celebración del matrimonio, la firma en el contrato de trabajo, el inscribirse en la escuela o el nuevo hijo que nacerá próximamente.

El hecho de aceptar formalmente un compromiso, hace suponer que se conocen todos los aspectos, alcances y obligaciones que conlleva. La realidad es que creemos cumplir a conciencia por ajustarnos a un horario, obtener un sueldo, asistir a la escuela y estar un rato en casa. Casi siempre, la falta de compromiso se debe a descuidos un tanto voluntarios, pero principalmente a la pereza, la comodidad y al egoísmo.


No basta con cumplir con lo previsto, lo estipulado, lo obvio... todo compromiso tiene muchas implicaciones, pensemos un instante en aquellos que son los más importantes que tenemos:


Como padres de familia: No basta proporcionar los medios materiales, los hijos necesitan que los padres les dediquen parte de su tiempo para jugar, conversar y enseñar. ¿Cuántas veces hemos cancelado un compromiso personal para estar con la familia? Normalmente sucede lo contrario. Parte del compromiso de ser padres, implica buscar la amistad de los hijos.


Como esposos: Partiendo de la fidelidad como indispensable, hace falta avivar el amor y la comprensión: cuidar el aspecto personal como antes de casarse; hacer pequeños obsequios: la flor, el dulce, el CD con la música que más le gusta a la pareja; salir juntos al cine o a cenar; terminar una pequeña riña con un beso y un abrazo... Y tantos y tantos detalles que parecen olvidarse con el paso del tiempo


Como hijos: Además de la sinceridad, la obediencia, la ayuda en el hogar y el esfuerzo en los estudios, ¿qué otra cosa haces? Los padres también necesitan cuidados, detalles de cariño y pequeños servicios, los cuales no piden y sin embargo, estarían muy agradecidos de recibirlos. Cabe hacer un paréntesis en el ámbito escolar: estudiar todas las materias a conciencia y con profundidad, entregando todo los trabajos solicitados, independientemente del gusto y preferencia que se tenga


Como trabajadores: Es muy significativo la forma en la que se vive el horario (los extremos de rigurosa entrada y salida para cumplir, o en su caso: los retrasos) ¿Das un poco más de tu tiempo si hace falta? No olvidar procurar un ambiente amable y las buenas relaciones. Parte de nuestro compromiso laboral es la actualización de conocimientos para el perfeccionamiento profesional.


Como amigos: ¿Nuestras amistades son “utilitarias”?, es decir, si sólo recordamos a los amigos cuando algo se nos ofrece. La amistad se cultiva, es necesario llamar, buscar, enviar correo electrónico y visitar a las personas con las que tenemos un mutuo afecto, estar pendientes de su bienestar personal y familiar.

Como ciudadanos: Evitar la indiferencia, no podemos quejarnos de la situación actual del país sin hacer algo para cambiarlo, se de be participar en las elecciones, apoyar campañas que beneficien a todos: en el área de salud, laboral, legislativa... lo peor que nos sucede es creer que poco podemos hacer como si viviéramos aislados. Promover la seguridad, la limpieza, la creación de lugares de sano entretenimiento y los servicios básicos para el lugar donde vivimos, es una manera de comprometernos con nuestra sociedad y nuestra nación.

En todos los casos existe la obligación grave de cuidar el buen nombre de personas, instituciones y empresas con las que tenemos relación. Es un tanto triste ver como un estudiante repudia su escuela, como las personas prefieren y exaltan los beneficios que se dan en otro país, como se quejan de su cónyuge con personas ajenas, anhelar por inconformidad el trabajo en otra empresa o tener un jefe “a modo”...

¡Cuántos son los compromisos y cuántas cosas implican! Si parece mucho, hemos vivido con los ojos cerrados a la responsabilidad y pensando sólo en recibir beneficios, con el temor a dar más de nosotros mismos. Seamos honestos, en esto no existe temor sino egoísmo.

La persona comprometida es generosa, busca como dar más afecto, cariño, esfuerzo, bienestar... en otras palabras: va más allá de lo que supone en principio el deber contraído. Es feliz con lo que hace hasta el punto de no ver el compromiso como una carga, sino como el medio ideal para perfeccionar su persona a través del servicio a los demás.

AUTOESTIMA

Autoestima
No basta tener seguridad en nuestras capacidades, el valor de la autoestima esta fundamentado en un profundo conocimiento de nosotros mismos
Hoy en día se habla de la autoestima como una herramienta para generar seguridad en sí mismo, evitando así, sentirnos menospreciados y reafirmarnos como personas capaces de alcanzar metas ambiciosas. Pero existe el riesgo de cerrar los ojos a la realidad de nuestra persona, convirtiéndonos en seres soberbios que piensan únicamente en sobresalir por encima de los demás.

Nuestra vida transcurre entre logros y fracasos, y la autoestima es el valor que nos hace tener plena seguridad en nuestras capacidades, además, da la fortaleza necesaria para superar los momentos difíciles de nuestra vida, evitando caer en el pesimismo y el desánimo.

Para que la autoestima sea realmente un valor, debemos tener un fundamento sólido sobre el cual queremos edificarla. Si solamente pensamos en ella como un producto del éxito, la posición profesional, una elevada capacidad intelectual o la aceptación social, reducimos todo a un actuar soberbio y con fines meramente protagonistas.

Aunque todo lo anterior aporta y contribuye, este valor se sustenta en la sencillez con que apreciamos nuestras capacidades, sin considerarnos mejores o peores que los demás. Recordemos que una persona vale por lo que es, y no por lo que aparenta ser.

Es conveniente señalar que este valor se construye y edifica en nuestro interior, pues existe la tendencia a pensar que el nivel de autoestima únicamente depende del actuar de las personas y de la forma como se presentan los acontecimientos y las circunstancias, surgiendo una evidente confusión entre lo que es la autoestima y nuestros sentimientos.

Una persona puede sentirse mal porque en un determinado momento no pudo concretar un negocio, tener éxito en un proyecto, ingresar a un nivel superior de estudios o llevar a buen fin sus relaciones personales. La autoestima nos ayuda a superar ese estado de frustración y desánimo porque nuestra persona no ha cambiado interiormente, conservamos todo lo que somos, en todo caso, adquirimos una nueva experiencia y conocimiento para poner más empeño, tener más cuidado y ser más previsores en lo sucesivo.

Cuando tenemos la conciencia del deber cumplido, el esfuerzo empleado y nuestra rectitud de intención para hacer o realizar algo, adquirimos esa seguridad que brinda la autoestima porque sencillamente las cosas no dependían de nosotros en su totalidad... simplemente no estaba en nuestras manos la solución.

Debemos estar atentos con nuestras aspiraciones y planes. Casi siempre jugamos con la imaginación y nos visualizamos como triunfadores, dueños de la admiración general y el control absoluto de las circunstancias: sea la competencia escolar, la junta de planeación en la oficina, la reunión de amigos o el evento social que todos esperan. Algunas veces las cosas resultarán como soñamos, pero la mayoría de las veces todo tiene un fin totalmente opuesto, por eso es conveniente "tener los pies en la tierra" para no sufrir desilusiones provocadas por nosotros mismos y que indudablemente nos afectarán.

Si la autoestima debe estar bien fundamentada en una visión realista y objetiva de nuestra persona, es necesario alcanzar la plena aceptación de nuestros defectos y limitaciones, con el sobrio reconocimiento de nuestras aptitudes y destrezas.

Este equilibrio interior basado en el conocimiento propio, se logra si procuramos rectificar nuestras intenciones haciendo a un lado el afán de ser particularmente especiales, buscando solamente el desarrollo del valor de la autoestima.

Reflexionemos un poco en algunas ideas que nos ayudarán a ubicarnos y conocernos mejor:

- Evita ser susceptible, no tienes que tomar seriamente todas las criticas hacia tu persona, primero analiza la verdad que encierran, si de ahí tomas una enseñanza haz lo que sea necesario para mejorar, si no es así olvídalo, no vale la pena menospreciarse por un comentario que seguramente es de mala fe.

En sentido opuesto existe el riesgo de considerarse un ser superior, incomprendido y poco apreciado en su persona, lo cual de ningún modo es un valor... es defecto.

- Procura no sentirte culpable y responsable de los fracasos colectivos, toma sólo lo que a ti te corresponde, tu esfuerzo y dedicación hablarán por ti. No olvides proporcionar tu ayuda y consejo para que mejoren las personas, lo cual es muy gratificante.

- Todo aquello que te propongas lograr, debe estar precedido por un análisis profundo de las posibilidades, reconociendo si está en tus manos alcanzarlo. Evita soñar demasiado.

- Pierde el temor a preguntar y a pedir ayuda, ya que son los medios más importantes de aprendizaje. Causa más pena la persona que prefiere quedarse en la ignorancia, que quien muestra deseos de saber y aprender.

- Si tienes gusto por algo (deporte, pasatiempo, habilidades manuales, etc.), infórmate, estudia y practica para realizarlo lo mejor posible. Si descubres que te falta habilidad, no lo abandones porque es tu pasatiempo; es muy distinto a dejar las cosas por falta de perseverancia. Todos tenemos una habilidad (nadar, tocar guitarra, pintar, escribir novelas, etc.) y debemos buscar la manera de perfeccionarnos en la misma.

- Si te comparas con otras personas, enfoca sus cualidades para aprender de ellas y cultivar tu persona; en cuanto a los defectos, primero observa si no los tienes y después piensa como los ayudarías a superarlos, y díselos.

La autoestima aparenta ser un valor muy personalista, sin embargo, todo aquello que nos perfecciona como seres humanos, tarde o temprano se pone al servicio de los demás; una vez que hemos recorrido el camino, es más sencillo conducir a otros por una vía más ligera hacia esa mejora personal a la que todos aspiramos.

SUPERACION

Superación
La superación no llega con el tiempo, el simple deseo o con la automotivación, requiere acciones inmediatas, planeación, esfuerzo y trabajo continuo.
Nuestra vida esta llena de oportunidades, saber aprovecharlas y obtener los frutos deseados constituyen el centro de nuestras aspiraciones. Actualmente se habla de excelencia personal y el éxito al alcance de la mano, sin embargo, muchas de estas fórmulas se enfocan a la solución de problemas y al logro de una posición económica preponderante, quedando cortas en lo que a la superación personal se refiere, la verdadera superación no tiene cantidad sino calidad.

La superación es el valor que motiva a la persona a perfeccionarse a sí misma, en lo humano, espiritual, profesional y económico, venciendo los obstáculos y dificultades que se presenten, desarrollando la capacidad de hacer mayores esfuerzos para lograr cada objetivo que se proponga.

Si la superación es un deseo innato de los seres humanos ¿por qué en ocasiones nos detenemos? El principal obstáculo es nuestra persona, con temores encubiertos de excusas, con la vana esperanza de una oportunidad "de oro" o el momento adecuado para cambiar de vida; en el peor de los casos, la pereza y el pesimismo propios del conformista.

Podemos observar a personas que constantemente hablan de sus planes y el noble afán que tienen por darle un nuevo y mejor rumbo a su vida, sin embargo, todo se queda en las palabras y en el deseo, argumentando dificultades y contratiempos no previstos, los cuales han impedido concretar los objetivos planeados. Basta pensar en el negocio que desde hace tiempo queremos iniciar por nuestra cuenta, del curso de perfeccionamiento profesional que nos abriría las puertas a una mejor posición laboral y que a la fecha no hemos iniciado, o el estudiante que espera el próximo semestre para "ahora sí" prepararse a conciencia y obtener mejores notas.

La superación no llega con el tiempo, el simple deseo o con la automotivación, requiere acciones inmediatas, planeación, esfuerzo y trabajo continuo.

En muchas ocasiones la superación no aparece como un gran cambio lleno de beneficios materiales. Con cierta frecuencia encontramos a personas inconformes en su trabajo, deseando cambiar porque en el tiempo que llevan no ha mejorado su posición. Sin embargo, rechazan oportunidades con un bajo incremento económico o un mismo nivel profesional, sin darse cuenta que la experiencia, las relaciones y los nuevos conocimientos por adquirir, constituyen un perfeccionamiento personal que más adelante servirá para alcanzar otros objetivos.

La estabilidad y seguridad que otorga el permanecer mucho tiempo en un lugar (empleo, escuela, ciudad...) puede infundir temor a lo desconocido, como si no tuviéramos la capacidad de plantearnos nuevos retos con grandeza de ánimo y dispuestos a enfrentar y resolver las dificultades.

Aunque los recursos económicos y materiales sean necesarios, no debemos enfocar la superación a la acumulación de los mismos, como una manera fácil de medir un progreso. Existen otros aspectos fundamentales y prioritarios que toda persona debe atender:

- Podemos comenzar por ver nuestros hábitos y costumbres: el cuidado de las cosas ajenas y personales; el orden en nuestras comidas, diversiones y descanso; la atención y cuidados que procuramos a nuestros familiares (hijos, padres, cónyuge, etc.); tratar con amabilidad a todas las personas; ocupar nuestro tiempo libre para tener convivencia, cultivar pasatiempos o realizar actividades sencillas...

- En el terreno profesional no basta lo que hemos aprendido, continuamente debemos buscar los medios para ser más profesionales y competentes, como aprender a sacarle el debido provecho al uso de la computadora (ordenador) para aplicarlo a nuestro trabajo y tener un mejor rendimiento; idear nuevos sistemas para hacer nuestro trabajo con mayor agilidad y disminuir errores; estudiar una especialidad.

Para el estudiante significa dedicar más tiempo a su preparación, conocer y aplicar nuevas técnicas de estudio que faciliten un mejor aprendizaje con los resultados deseados; desarrollar la investigación personal y mejorar la calidad en los trabajos que realice.

Los padres de familia pueden dedicar un tiempo a lecturas sobre como educar mejor a los hijos según su edad, o inscribirse a cursos que persigan los mismos fines. Actualmente existen bastantes recursos que ayudan a conocer y a desempeñar mejor la labor de educación y formación de la familia.

- El ámbito espiritual, con mucha frecuencia descuidado, ofrece muchas posibilidades con el conocimiento de los preceptos y valores propios de nuestra religión, además de la práctica de los mismos; contar con la asistencia de un director espiritual; procurar el trato con Dios de manera continua (y no sólo cuando tenemos algún problema o necesidad grave); frecuentar los sacramentos y las prácticas religiosas.

La superación personal se encuentra en la persona misma y no en los bienes materiales, como tampoco es exclusivo de una determinada edad; existen hoy en día jóvenes y personas mayores capaces de lograr grandes empresas, observando como sus sueños se hacen realidad y sin detenerse a considerar la falta de experiencia o el cansancio natural que traen los años. Renunciar a mejorar equivale a una vida triste, gris y con falta de aspiraciones, en una palabra: conformismo.

Las posibilidades de superación son innumerables y ante tantos aspectos podemos caer fácilmente en el desánimo. Además de tomar la firme decisión de iniciar hoy mismo, conviene elaborar un pequeño plan para hacerlo de manera ordenada y llevarlo a la práctica de forma consistente. Puede ayudar mucho revisar "Vive los valores" y la "Guía Práctica", donde se observan una serie de consejos prácticos para lograr este fin.

Cabe considerar sobre la existencia de los obstáculos, siempre los habrá, pero la verdadera superación consiste en afrontarlos y ante ellos cobrar nuevos bríos. En esta vida nada es fácil, todo lo que vale la pena requiere de perseverancia y paciencia para alcanzarlo, es entonces cuando la superación se hace sublime -alejada de toda vanidad y soberbia- con el gozo interior de acercarnos cada vez más a la cima de la humana perfección.